Cuando no hay penetración

¿Qué es lo que nos viene a la cabeza cuando pensamos en cómo es o debe ser un encuentro sexual? Piénsalo unos segundos…

Solemos recrear la imagen de un encuentro entre dos personas jóvenes, mujer y hombre, en el que tras unos pocos besos y caricias, la mujer pasa a hacerle sexo oral a él, el hombre a ella (con suerte) para luego terminar con coito y finalizar con el orgasmo masculino después de que ella haya conseguido (o no, o fingido) también su orgasmo.

Tenemos un gran abanico de prácticas sexuales para realizar y sin embargo seguimos sin concebir la relación sexual sin penetración o pensamos que el encuentro no es completo si no ha habido coito.

En nuestra sociedad actual asumimos un modelo de goce genital y finalista debido a la tradición cristiana en la que las relaciones sexuales tenían como único fin la reproducción. Sin embargo, ¿cuántas de las veces que mantenemos relaciones sexuales son para reproducirnos? … las que menos, ya que también las tenemos por placer o como forma de intimar y comunicar.

Entonces, ¿por qué nos seguimos empeñando en tomar este modelo como el único y más satisfactorio? Si tomamos este modelo como el más válido, dejamos fuera de la relación sexual a personas con dificultades o imposibilidad para realizar la penetración, personas mayores, personas con diversidad funcional, parejas homosexuales o simplemente momentos en los que por cualquier motivo, como una infección por hongos o no tener un condón a mano, no sea posible la penetración.

A una gran parte de mujeres no se les educa y enseña en su placer, llegan a las relaciones sexuales sin saber cómo funciona su cuerpo, con este modelo coitocentrista en la mente, que no es el más apropiado para disfrutar debido a que el coito sin estimulación del clítoris suele resultar insuficiente para alcanzar el orgasmo en la mayoría de mujeres, lo que les acaba produciendo una gran frustración.

Las relaciones sexuales incluyen mucho más que los genitales, su estimulación y la penetración. Tenemos mucho cuerpo para acariciar, besar, chupar… con cantidad de zonas erógenas y sensibles al placer que nos permiten disfrutar de una amplia cantidad de prácticas por sí mismas y no solo como “preparación” para el coito.

Por otro lado, el orgasmo es una parte más de la relación sexual y del placer pero no tiene por que ser el objetivo ni el fin. Son muchas las veces en las que se disfruta más del camino en una relación sexual en la que no se ha llegado al orgasmo, que en otras en las que alcanzamos el clímax pero no hemos disfrutado del encuentro erótico.

Las mujeres no necesitamos el pene para disfrutar, por ejemplo las mujeres homosexuales disfrutan mucho de su sexualidad sin recurrir a la penetración, al igual que muchos hombres también disfrutan de las caricias por todo el cuerpo. Con esto no quiero decir que desterremos el coito, sino que lo tomemos como una práctica más en las relaciones heterosexuales para enriquecer nuestra vida erótica. Centrar la relación en el coito y en torno al pene es limitar mucho el placer sobre todo de la mujer, limitar el tiempo, ya que cuando el hombre termina se termina la relación sexual y en general limitar el disfrute y nuestra sexualidad.

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